Todas las cosas que hice cuando se cayeron WhatsApp, Instagram y Facebook

¿Fue solo a mí o a todos nos cayó en el momento justo? Venía acelerada, ansiosa, corriendo… demasiado conectada. Pero no conectada con lo importante, sino todo lo contrario. ¿Será que pasó en el momento justo o que siempre vivimos así?

Cuando se cayeron Whatsapp, Instagram y Facebook aproveché para hacer algunas cosas que no hacía hace tiempo.

Trabajé. Mucho. Sin parar y sin interrupciones. Fue la tarde más productiva que tuve en mucho tiempo. Me concentré en la tarea, la hice a conciencia y me encantó el resultado de mi esfuerzo.

Tanto es así, que me olvidé por completo de un turno que tenía agendado hace meses. Pero por completo eh. Un turno que era importante, la verdad es que lo esperaba con ganas, y aún así se me pasó. Me puse mal. Me da un poco de vergüenza decirlo pero me puse a llorar. Va, justo cuando empezaba a llorar, tuve el impulso de agarrar el celu para mirar Instagram. 

Ese meme salvador, esa historia que me distraiga, esa foto linda y perfecta que me lleve a pensar en otra cosa. Pero esa opción no estaba disponible. Me sentí igual de boba que cuando se corta la luz y prendés el interruptor cuando entrás a un cuarto. 

Y no me quedó otra que llorar. No lloraba por el turno que había perdido, lloraba por algo que le venía escapando hace rato. Algo que requería de mi atención y, sobre todo, de mi aceptación. Esa aceptación que solo es posible cuando miramos los problemas a los ojos. 

¿Cuántas veces nos sentimos solos y recurrimos a ese chupete digital? Me hizo pensar en cómo las redes sociales a veces nos atrofian la capacidad de lidiar con emociones difíciles.

Entonces, decidí aceptarlo y convertirlo en algo positivo.

Como mi tarde de trabajo fue muy productiva, terminé antes y decidí salir a caminar. Saqué a pasear a mi perro y esta vez no estaba apurada, lo disfruté. Una tarde divina de primavera que pude aprovechar al aire libre sin correr. Lindo, ¿no?

Foto de @XimeZara

Volví, me senté a jugar con los chicos. Hicimos una guarida de súper héroes con bloques y después agarramos las masas para cocinarles pizzas de mentirita. Después llegó la hora del baño, ese momento de todos los días, a la misma hora. Pero esta vez fue distinto. Jugamos, nos divertimos, lo disfrutamos a pleno.

Y cuando empecé a preparar la comida, volvieron. Y no les voy a mentir, fue un alivio. Tuve la sensación de estar menos sola. Pero ese momento me encontró distinta.

Solo puedo esperar que esto me ayude la próxima vez que quiera escaparle a una emoción y me aliente a atravesarla. Espero no olvidarme de esta reflexión que hoy me dejó un aprendizaje importante.

Ojalá que en un futuro esta supuesta desconexión me inspire a estar más conectada con lo que me rodea.

Fotos: @XimeZara

close

¡Hola!

Añada su dirección de correo electrónico a nuestra lista de distribución para recibir notificaciones sobre nuevas publicaciones.

¡No hacemos spam! Enviamos boletines dos veces por semana.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

ARRIBA