Cuentos de una lactancia que casi no se dio

Texto de Lula Risau.

Foto de ConsuJuncosaPH

No es fácil dar la teta. La mayoría de las veces no es intuitivo y nadie te lee la letra chica antes de empezar.

Y sin embargo, una vez que le agarrás la mano, no solo es lo más lindo que hay porque nada se compara con la satisfacción de ver cómo se calma tu bebé al prenderse, sino que además es tu mayor aliada durante muchos meses/años/lo-que-dé.

Y qué importante también es decir que la lactancia materna no es la única forma de construir un vínculo, ¡cuántos mapadres dan o dieron la mamadera con el mismo amor! Recordemos siempre el mantra: “lo estás haciendo bien”.

Como toda mamá primeriza, cuando nació mi bebé, no tenía ni la más mínima idea de lo que se venía. El tan soñado parto vaginal se convirtió en cesárea y, para cuando me quise dar cuenta, el capítulo 1 de esta historia de amor empezó con un factor sorpresa que no había contemplado. Ya lo dijo John: “la vida es eso que pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes”.

“Bueno, mamá, ahora los dejo solos y tratá de prenderlo a la teta. Voy a apagar la luz para que descansen”, me dijo la enfermera de turno y cerró la puerta. Bueno, esto no debería ser muy difícil, se supone que es natural -pensé-. Solo tengo que ponerlo en brazos, más o menos ubicarlo y él sabrá qué hacer. 

Al rato volvió la enfermera y desde la puerta me preguntó: “¿Se prendió bien?”. “BÁRBARO”, le dije yo. Spoiler alert: no, no se había prendido para nada bien, pero yo no tenía idea de lo que estaba haciendo y se ve que tenía cara de súper-mamá, porque la enfermera ni se gastó en chequear.

Al día siguiente, después de 24 horas de dar mal la teta y sin supervisión, pasó lo que tenía que pasar: mi bebé estaba deshidratado y estaba perdiendo peso. Los médicos le enchufaron leche de fórmula más rápido de lo que podés decir “calostro” y me dieron un ultimátum: o empezaba a hacerlo bien o esto de la lactancia no iba a durar mucho tiempo. 

El día del alta pasó el obstetra de guardia, me revisó y me dijo: “Fijate de revisar la prendida o de hacerte extracciones, porque sos la candidata perfecta para una mastitis”. “¿Mas-qué?”, me pregunté y llamé a mi médica para comentarle sobre mi perfecta candidatura a algo que no parecía muy feliz. Al momento era lo único que estaba haciendo perfecto pero, por alguna razón, no me sentía halagada. 

“Bienvenida a la lactancia”, me contestó por teléfono. Y sin más, me mandaron a casa. 

Aunque ya pasaron casi 5 años, el recuerdo de lo que pasó esos días sigue siendo muy doloroso (obviando la parte del amor y la alegría de al fin tener a mi bebito en mis brazos). Entre las hormonas, el dolor post-operatorio y la falta de sueño, estaba lista para tirar la toalla. La pediatra me perseguía con el peso del bebé y no nos tenía ni fe ni paciencia. 

La mastitis no tardó en llegar y, entre chuchos y 40 grados de fiebre (por no entrar en más detalles), levanté el teléfono y llamé a una puericultora. Vino a mi casa esa misma tarde y me enseñó con amor y respeto todo lo que tenía que hacer para superarlo. 

Al final no me pareció tan difícil, solo necesitaba escucharlo de una voz compasiva y amorosa. Una persona que miró todo con atención, me hizo sentir cómoda y me ayudó a encontrar la confianza que me hacía falta para superarlo.

Su ayuda me hizo sentir más fuerte, más entera. Entonces me puse firme, le pedí a la pediatra que me explicara en detalle cuál era la situación y si era posible esperar un poco más. Así que llegamos a un trato: “Si tal día llega a tal peso, no te persigo más con la mamadera”. 

*Suena música de Rocky*. Con mucha dedicación, mucho desgaste físico y BORBOTONES de amor, le dimos inicio a un tetatlón de película. En pocos días, mi bebito había recuperado su peso de nacimiento y dimos por establecida la lactancia. 

Durante un año y medio disfrutamos de eso que era solo nuestro. Pasara lo que pasara, todos los días compartíamos un momento único en el que solo éramos él y yo. 

Y con el tiempo fuimos remplazando ese momento por otros que eran igual de especiales. Hasta que un día, de manera respetuosa, fue el momento que elegí para su destete. Hoy seguimos compartiendo momentos únicos, nos encontramos desde otro lado, pero siempre unidos. Como, por ejemplo, ayer, cuando lo abrazaba y justo antes de quedarse dormido, me dijo “Mamá, te amo, sos la mejor mamá del mundo” (¡¡¡¡LES JURO!!!!! ¡¡¡¡NO EXAGERO!!!! Besito de cruz triple).

El mayor aprendizaje que me llevo de esta experiencia es que no lo podría haber hecho sola.

Y por eso, voy a aprovechar esta nota para hacer un discurso de Oscars como siempre soñé. 

Quiero agradecer a:

  • Mi bebé, que siempre me tuvo (y tiene) paciencia.
  • Mi marido, que me traía paños de agua fría cuando volaba de fiebre o tenía al bebé cuando me tenía que bañar para aflojar los conductos, entre tantas miles y millones de cosas que hizo.
  • A mi hermana, que al principio yo pensaba que estaba demasiado obsesionada al ofrecerme tanta agua y después me di cuenta de que era todo lo que necesitaba.
  • Mi familia que siempre me apoyó y  me daban de comer.
  • A mi puericultora, que básicamente me salvó la existencia y voy a estar siempre en deuda con ella. 
  • A todas las mamás que alguna vez me dijeron: “A mí también me pasó, no estás sola. ¿Cómo te puedo ayudar?”.
  • A la señora que se acercó a mi mesa el primer día que salí a tomar un café con una amiga y el bebé recién nacido y (yo pensaba que me iba a decir algo por dar de amamantar en este lugar tan coqueto) me ofreció unos scons porque “cuando damos de mamar siempre tenemos mucha hambre”.
  • A todos los brazos que hicieron upa para que yo pudiera descansar.
  • A mi trabajo que respetó mi horario de lactancia y me ofreció un espacio espectacular para que pudiera prolongarla incluso después de volver a trabajar (¡Qué afortunada fui! ¡Por favor!).
  • Y también quiero agradecer a mi cuerpo, por su sabiduría.

En esta Semana Mundial de la Lactancia Materna en la que el lema es “Proteger la lactancia materna: un compromiso de todas/os” ayudemos a dar visibilidad sobre la importancia de colaborar, como comunidad, para crear el ambiente ideal que brinde apoyo a toda madre que quiera sostener su lactancia.

Mi deseo es que toda mujer que desee amamantar sea libre de hacerlo cómo y cuánto quiera. Que encuentre en nuestra sociedad un aliado y no un enemigo o una voz que juzga y persigue. 

Espero que mi historia sume al objetivo de la SMLM de proteger la lactancia materna. Brindar información confiable (sin tintes románticos ni teorías viejas) es fundamental para lograrlo. Todavía hay mucho camino por recorrer y muchos mitos que derribar. Les comparto las siguientes cuentas de las que aprendí mucho con la esperanza de seguir sumando a esta ambiciosa cruzada:

Curso gratuito de Lactancia Materna

Si querés más información te invitamos a que te anotes en el taller que brindan @Pediatria.Mel, @BeluPueri y @SoyMamaPediatra. Tiene un temario súper completo que abarca el embarazo y muchas de las situaciones que pueden surgir en el hermoso proceso de dar la teta.

Para dar la teta se necesita un bebé o niño, una teta o dos, y MUCHAS MANOS. Por más lactancias deseadas. Por más lactancias informadas. Por una sociedad que acompañe a la mamá que quiere dar la teta.
@Pediatria.Meli
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