¿Sabías que sin abejas no habría ecosistema?

La Organización de las Naciones Unidas declaró el 20 de mayo como el Día Mundial de la Abeja, para crear conciencia sobre su importancia para el planeta.

¿Por qué se las considera como fundamentales en el ecosistema?

Para contestar esta pregunta, nos sentamos a hablar con Edelmar Abratte, quien junto con su pareja Gabriela Candia y su hijo Francesco, le dedican la vida a las abejas y a la miel.  Edelmar tiene 14 años de trayectoria como productor profesional, muchos premios de exposiciones ganados y más de 20 años de experiencia como docente (pueden ver la info de sus cursos en @cursodeapicultura). 

Las flores y las plantas necesitan que su parte masculina, el polen, vaya a otra flor o planta para reproducirse. Para que en el planeta haya biodiversidad y alimentos, la polinización es fundamental. 

Cuando la abeja va a buscar el néctar -su alimento-, el polen, que es tipo talco, se le adhiere al cuerpo; por lo que, cuando sigue su recorrido en otra flor, ese polen se le va cayendo y cumple la función de polinizar.

Si bien hay otros agentes de polinización, como el viento y otros insectos, como las vaquitas de San Antonio, algunas hormigas voladoras y avispas, la abeja es el más especializado en esta función. Las abejas realizan el 80% a 90% de la tarea.

Veamos un ejemplo: cuando una abeja va a buscar néctar o polen de un manzano, sigue con la especie del manzano durante varios días. Recolectan néctar de diferentes manzanos y transportan el polen de uno a otro, asegurando su polinización.

Es por eso que son tan eficientes, no es que van de una flor a otra aleatoriamente, sino que un grupo de abejas abarca una especie a la vez. Otro grupo de la colmena, va a un eucalipto, otro a un paraíso y así….

Y hablando de eficiencia, te dejamos un dato curioso: una abeja puede volar hasta 3 kilómetros pero por economía de energía irá a la primera flor que tenga cerca. 

¿Sabías que otro de los trabajos de los apicultores es ir a polinizar plantaciones? Se los contrata para polinizar un campo de arándanos, por ejemplo, y el trabajo del apicultor es llevar las colmenas a esos cultivos.

¿Y por qué están en riesgo las abejas?

Principalmente porque los cultivos modernos suelen ser monocultivos y esto significa que limitan la calidad nutricional y energética con la que se alimentan las abejas. Para alimentarse correctamente y sobrevivir, la abeja necesita contar con variedad de flores y de néctar, con tres o cuatro opciones.

La intervención humana también las pone en riesgo con el uso de insecticidas y agentes químicos que generan la muerte de las colmenas (y otros polinizadores también).

Estos insecticidas también atentan contra otros polinizadores, como la vaquita de San Antonio y las avispas; la diferencia es que estas especies no cuentan con el apoyo de un apicultor para que cuide de ellas.

¿Cuál es el rol del apicultor? “Hace 100 años las abejas eran silvestres y vivían solas. Hoy pasaron de ser un animal salvaje a uno doméstico. Las abejas necesitan que las curemos” explica Edelmar. 
¿O sea que la apicultura favorece la permanencia de las abejas en el planeta?

“Por ejemplo, existe el parásito varroa, que es un tipo de ácaro que las mata. La varroasis es el problema sanitario principal de las abejas. Es probable que en un panal en el monte no sobreviva”.

“La abeja está en peligro, pero también todos los polinizadores naturales que tiene la tierra. Lo que pasa es que “nadie” cuida a las vaquitas de san antonio o “nadie” se preocupa que la hormiga voladora tenga asegurada la supervivencia asegurada”. “

“Los apicultores necesitamos revisar las colmenas para asegurarnos de que esté todo bien”.

“Si bien se podría decir que es una práctica invasiva, porque te metés en sus casas, los apicultores tratamos de no intervenir más de lo necesario y de hacerlo con todos los cuidados pertinentes. Lo hacemos de forma amorosa y humana. Hay teorías sobre otros métodos, pero hasta ahora no se han logrado: todavía nadie pudo tener colmenas, no revisarlas en todo el año y que sobrevivieran”.

“Eso sí, a las colmenas hay que ir tranquilo, sin apuro. Se dice que la abeja siente cuando uno está nervioso”.

Si te convencimos y querés involucrarte en el mundo de la apicultura, te contamos que Edelmar, desde el año 99, enseña en Maschwitz, como dependiente del Centro De Formación Profesional Nº402 de San Isidro, el curso inicial de apicultura, con apiarios propios. También enseña en el Paraná Miní, en el Centro De Formación Profesional Nº402 de San Fernando.

Son dos centros públicos de formación profesional al que se puede acercar cualquiera a aprender el oficio de forma gratuita.

Estos cursos son para todos los niveles. “La idea es que pueda acercar tanto gente que todavía no sabe sobre apicultura, y puede terminar el curso sabiendo trabajar sus primeras colmenitas, o puede participar otros con experiencia y perfeccionarse”.

“Enseñamos a los que nada saben y ayudamos a los que ya tienen sus colmenas a mejorar y a diversificar su producción: que se entusiasmen también por la producción de polen y de propóleo. Que aprendan sobre la comercialización, los ayudamos a mejorar su presentación y otros datos que le pueden servir a quienes están empezando. Incluso a hacer polinización, que es un escalón más”.

¿Cómo contactar a Edelmar?
FB: @cursodeapicultura – 1160496692


¿Querés aprender más? ¡Porque nosotros nos copamos y seguimos con nuestra investigación! ¿Te interesa saber cómo producen miel las abejas?

Edelmar nos explicó que las abejas tienen dos alimentos: la miel y el polen. La miel es el alimento energético y el polen, el alimento proteico. La miel es el combustible que las ayuda a mantener el calor y a moverse y el polen, el material con el que construyen su anatomía.

El A-BEE-C

Todo empieza con el néctar de las flores que atraen a las abejas para que las polinicen; la abeja toma el néctar y lo guarda en su primer estómago, que es una mochila de transporte. Si llegara a tener hambre, en esa mochila hay una válvula que deja pasar un poco de néctar a su aparato digestivo e ingerirlo. 

Mientras va recolectando el néctar, el polen se le adhiere a su cuerpo. Ella sin dejar de volar (!!) usa sus patitas para sacarse el polen que le quedó adherido a sus pelitos y se lo lleva a la mandíbula, donde los prensa y mezcla con saliva, para generar unos pellets. Una vez que generó los pellets, los almacena en un espacio cóncavo de su tercer par de patas.

Repito: ¡todo esto lo hace mientras sigue en vuelo! Una vez que la abeja tiene el buche melario completo de néctar, vuelve a la colmena (eso sí que es llenarse el buche, like a boss). En la colmena, busca una celdita donde varias de sus compañeras están almacenando néctar y allí lo regurgita.

El néctar llega con una humedad que va desde un 40% a 70%. Para que se transforme en miel, tiene que reducir su humedad a un 15% o 20%.

El efecto de evaporación que permite reducir la humedad del néctar se logra con la circulación de aire constante ¡que generan todas las abejas juntas batiendo sus alas! (¡el dato más romántico de todos! Yo no estoy llorando, ¡vos estás llorando!).

Cuando el aire pasa por el néctar, la humedad se evapora y el néctar se concentra, pasa de ser líquido a espeso. Cuando esto sucede, las abejas constructoras (las que no salen a buscar néctar) sellan la celda con un opérculo de cera que no permite pasar el aire. Muchachos, ya lo podemos anunciar, ¡lo que hay debajo de ese opérculo es oficialmente miel! ¡venga ese aplauso!

Bueno, la abeja ya dejó el néctar en la celda correspondiente, pero todavía tiene cargados los pellets de polen. Entonces, busca una celda donde sus compañeras “pecoreadoras” están depositando el polen y ahí la ayudan a descargar los pellets que traía en sus patas. Esos pellets los aplastan con las patitas o lo cabecean para que quede tipo un puré y sacarle el aire. Cuando la celda está completa de polen, también la sellan con un material que no deja pasar el aire.

Paréntesis: las larvas de abejas se crían en otras celdas, que también se operculan pero con otro material que combina cera y otras sustancias, y este sí permite pasar el aire para que respiren.

Impresionante, ¿no? La próxima vez que te cruces con una abeja seguramente la mires con otros ojos. ¡Cuánto tenemos para agradecerles! 

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