Quiero ser luz, quiero ser calor, quiero ser su seguridad; sobre todo quiero ser amor.
Quiero ser alegría. Hacer eco de sus risas. Ser cómplice en sus juegos y alentar todos sus sueños. Enseñarles a disfrutar, sin culpas ni reproches.
Quiero ser espejo de su valor, que se amen a sí mismos para que entonces puedan querer a otros con todo su corazón. Quiero poner en palabras todo lo que veo en ellos para que ellos puedan verse con mis ojos. Quiero nunca dar por sentado que saben cuánto los amo, decirlo todos los días.
Quiero que sean libres de elegir el camino de la felicidad y también libres para poder equivocarse. Quiero darles la libertad para que sean ellos mismos.
No los puedo proteger de todo, pero quiero darles las herramientas que los ayuden a atravesar tormentas. Quiero acompañarlos en el dolor, tomarlos de la mano y caminar con ellos a lo largo de todo el túnel; hasta el día en que estén listos para cruzarlo solos (o de la mano de alguien más).
Desde los aciertos, y en especial desde mis errores, quiero ser un ejemplo. No quiero ser perfecta, quiero ser honesta.
Quiero que nos encontremos en la vulnerabilidad, ese momento sin distracciones en el que nos podemos conectar de la manera más genuina. Quiero que siempre haya espacio para el perdón.
Los días en que no pueda ser luz, que conozcan mi sombra. Cuando no sientan el calor de mis abrazos, que pueda abrazarlos más fuerte al día siguiente. Cuando esté muy débil para protegerlos, que puedan recurrir a las herramientas que les mostré en mis momentos de fortaleza.
Quiero mostrarles una madre compasiva con ella misma. Que se abraza en sus errores y que confía en que lo está haciendo bien.
Quiero ser todo esto que mi mamá fue para mí. Gracias mamá por darme el mejor modelo a seguir, perdón si no te lo digo más seguido. ¡Feliz día!
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