5 mandatos sobre la maternidad de los que me quiero liberar

“Lo estás haciendo bien” me digo a mí misma nunca. Debería decírmelo más seguido pero es difícil. ¿En comparación de qué? Si me comparo con las influencers estoy en el horno. O, sin ir más lejos, si me comparo con los cuentos de otras madres cercanas muchas veces también me quedo corta.

La maternidad está tan romantizada que es difícil tener una perspectiva clara. Por un lado, los medios y las redes sociales nos llenan la cabeza con ese amor incondicional y perfecto que no tiene grises ni letra chica y se inventaron un supuesto instinto materno que no puede fallar.

En respuesta a eso, no es fácil que todas nos sinceremos en nuestros círculos íntimos cuando nuestra realidad no coincide con la que creemos que es la norma. 

En mi experiencia personal, creo que la consecuencia más dañina de todo eso es que tiendo a aislarme. Frente a la culpa de no poder cumplir con el mandato, muchas veces me aíslo y elijo un camino solitario que no le hace bien a nadie. Ni a mí ni a mis hijos.

Con los años descubrí que lo primero que puedo hacer, y que está a mi alcance, es sincerarme. Primero conmigo misma, después frente al otro. Aceptar, decir y compartir, para que de a poquito y entre todas nos podamos ayudar y acompañar.  

Estuve pensando en distintos mandatos o relatos que andan dando vueltas y que se me meten en el cerebro casi inconscientemente para arruinarme todo.

Parecen obviedades, y uno creería que ya no te comés ese verso, pero sin darme cuenta se cuelan en mis pensamientos y me hacen mal.

El mandato de la felicidad

No quiero que mis hijos sufran, pero me equivoco si pienso que su felicidad depende de mí.  Claro que ninguna madre quiere que sus hijos sufran y claro que eso es más que sano, pero es inútil pretender que (1) la responsabilidad absoluta de su felicidad recaiga en uno (2) que estén felices las 24 horas del día, los 7 días de la semana. 

Al fin y al cabo, ellos tienen que hacer su propio camino, independiente del mío, y no puedo (ni quiero) pretender controlarlo.

El mandato de la entrega absoluta

Me siento más cómoda con la maternidad desde que me informé sobre la crianza con apego y la importancia de tratar con respeto e igualdad a los niños y niñas. Pero también me jugó en contra, porque no supe encontrar mi propio límite.

Después de mucha entrega física y emocional me di cuenta que estaba entregando reservas a mi familia que resultaban en una carencia personal.

Descubrí que si bien lo mejor es siempre explicar, hablar, dialogar y anticipar, en algunos casos lo más sano para mí es sentenciar: “porque yo lo digo”, y ya.

Y así como nada es más generoso que dar amor, besos, abrazos y cariño, no quiero perder de vista el amor propio.

El tiempo y la energía que necesito para mí misma, para recuperar fuerza y poder seguir siendo generosa con mis recursos, que son finitos. 

Personalmente me costó mucho poner un fin a períodos de lactancia o de colecho; más allá del proceso respetuoso que elegí, pasó mucho tiempo entre que empecé a desear que se terminaran y que finalicen realmente. Tuve que hacer el click de “hasta acá llegué y no tiene nada de malo”.

El mandato casero, natural y sustentable

Existen una serie de premisas que son muy difíciles de sostener en el tiempo: en cuanto a alimentación siempre es conveniente lo natural y/o casero versus los ultraprocesados. Ideal que sean verduras y frutas de estación y mucho más ideal si puede ser cultivadas en tu propia huerta. No te olvides de reciclar y compostar, es fundamental ser el ejemplo para tus hijos e inculcar estos valores. Esto también aplica para la moda y los juguetes, siempre priorizá los productores locales, las marcas que siguen la filosofía slow-fashion y los juguetes de madera para no contaminar tanto con el plástico y las pilas. Hablando de contaminación, ¿ya te pasaste a la copita y los pañales ecológicos?

Releo todo lo que escribí y me dan ganas de llorar. 

En mi caso, entendí que tengo que priorizar porque todo no puedo. Corrección, quizás sí puedo pero en algunos casos no estoy dispuesta a sacrificar energía o tiempo para hacerlo, y eso está bien (espero).

El mandato del optimismo

La que aguanta, la que contiene, la que no siente, la que no demuestra. Esa madre robot no existe (por suerte), y tratar de sostener esa fantasía era agotador y no me llevó a ningún lado.

Con el tiempo llegué a la conclusión de que era mucho más sano ser sincera con mis sentimientos que tratar de esconderlos para mostrar una cara feliz. 

Eso también quiere decir que a veces pierdo la paciencia, a veces muerdo el cordón y otras directamente voy por la banquina. Pero que lo pueda aceptar, no quiere decir que no pida perdón o repare los daños cuando eso pasa. 

El mandato de la mamá divertida

Me encanta jugar con mis hijos. Me divierto, me río a carcajadas y desde el corazón. Y a veces no tengo ganas de jugar, no me divierte y prefiero gastar 5 minutos de mi vida pensando en nada mientras miro Instagram. 

“Hago lo que puedo” es lo que me digo a mí misma casi todos los días. A veces, puedo mover montañas. Otras veces, me conformo con que pase el día sin que explote. Y en otras ocasiones, para ser sincera, la cosa se pone fea y sale mi peor versión. Pero en todos los casos, hago lo que puedo. Y eso es suficiente. 

Entonces no, no me consuela el mantra de “lo estás haciendo bien”, porque no necesariamente lo estoy haciendo bien.

Lo que es seguro es que lo estoy haciendo lo mejor que puedo.

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